martes, 21 de julio de 2009


Esa noche mi habitual insomnio parecía haberse esfumado, tenía tanto sueño que ni siquiera alcancé a desvestirme y caí rendida, encima de libros que suelo tener sobre la cama. Soñé que estaba con él, estaba en su casa, me integraba a su entorno y me sentía cómoda ahí. Él me abrazaba todo el tiempo, y me susurraba poemas en un idioma desconocido, aunque no los entendiera me estremecía escuchándolos… su sonrisa resplandecía en ese paisaje parduzco, y me hipnotizaba con su mirada.
Luego se paró frente a mí y desabotonó su frac, sacó de su bolsillo una flor única, como la del Principito, una flor de cristal azul, con un aroma tan fresco, tan inigualable. Yo lo tomé enseguida, estaba feliz, porque esa flor simbolizaba para mí un pacto, o la esencia que tanto esperé. Pero al estar en mis manos el cristal se volvió filoso, punzante, mis manos estaban heridas, sangraban, mientras se alejaba en silencio, yo lo miraba estupefacta, esperando una explicación, pero SILENCIO, solo eso recibí.
Sentí que mis lágrimas me ahogaban y desperté sobresaltada.
Cuánta razón tienes Saint- Exupery “es tan misterioso el país de las lagrimas”.
No sé cuánto de mi sueño fue real…
No hay heridas ni cicatrices. Solo sé que te fuiste, y que el silencio sigue ahí.

1 comentario :

≈♦ Mi Sentir ♦≈ dijo...

Sueño o no, esas ausencias duelen y mucho, lindo escrito, un beso y buenas noches.